Reedición de la cruz.
La cruz signo del cristiano. Ayer y siempre. Para muchos hoy una locura incomprensible.
Sin embargo la cruz toca las puertas de las vidas de todos alguna vez.
Ante ella quisiéramos quizás arrancar a perdernos. Otros harán que no existe no la verán como tal por tanto.
Cuando el dolor y sobre todo algún tipo de desgracia humana sucede, asunto que ninguna familia está libre de ello es algo profundo. Doloroso. Más aún y muy especialmente cuando los hijos parten de uno u otro modo antes que sus padres. Es una prueba durísima casi al límite de la cordura humana. Salvo y solo salvo si se tiene fe. Y que tampoco es garantía, pero al menos ayuda a sobrellevar el infinito calvario que una situación así produce. Y de hecho dejará marcas indelebles en esos padres para siempre. Solo la fe podrá dar incluso un sentido o al menos una cierta conformidad ante asuntos que son terribles. Porque lo son.
Hay asuntos incomprensibles para nuestro ser padres. Pero de algún modo Dios si así lo ha permitido no queda más que confiar incluso en su voluntad finalmente. Volvemos entonces a ser hijos de ese Dios Padre que ha permitido que sucediera lo que fue.Y nos abandonamos en EL incluso con esa inmensa tristeza, honda que un hecho así produce. Parte la vida en dos literalmente.
Hoy no puedo más que acompañar y rezar por una madre que ha perdido a su hijo en forma muy lamentable. Ella pasa ahora a integrar esa corona universal formada por muchas madres que han perdido sus hijos pero que también Dios les ha dado su fortaleza infinita para sobrellevarlo y salir adelante. Nunca será como antes. Transformada de aquí en adelante y con una tristeza dentro del corazón de carne: el de una mamá . Pero también mucho mas cerca ahora y para siempre de ese hijo(a) que ha partido(por paradoja que parezca). La filiación no se pierde: al contrario también se profundiza en la ausencia física y podrá llegar a ser también prenda de una cierta esperanza algún día. No aquí sino más allá. Unidos en la tierra por la sangre y en la eternidad por ese amor irreemplazable: el de los padres y sus hijos.
Ahora son ellos los que velarán por sus padres en cierta medida desde lo alto y sus progenitores pueden encomendarse a ellos con tantísima confianza.¿ Como no va a querer un hijo desde donde ahora está lo mejor para sus padres que aún están en la tierra? No me cabe duda alguna.
Bienvenida querida madre a esta corona de mujeres que hemos sufrido la pérdida adelantada de un hijo. Pero ellos se nos han adelantado y es probable que colaboren decididamente para que nosotros sus padres podamos llegar algún día a estar con ellos: cara a cara y en la presencia de Dios. Solo esto bien vale todas las lágrimas y quizás incluso algún día poder decir: te perdimos pero te hemos vuelto a encontrar.
Nada es al azar por incomprensible que aquí nos parezca.
A Dios no se le queda ningún cabo suelto. Incluso la muerte de un hijo que para nosotros mismos: los padres, dentro de nuestro terreno peregrinar ojalá jamás nunca hubiese sido realidad.
Pero si lo fue es porque sin duda Dios quiere a esos padres muy especialmente asunto que la lógica humana no logra comprender. La transformación del dolor va gradualmente mostrando nuevas facetas de la vida, nuevas honduras y también ya más reconfortados incluso devolverá la esperanza a los padres teniendo siempre como derrotero el encuentro con ese hijo(a) que ya ha partido.
La vida es un misterio. Su fin no nos corresponde a nosotros juzgar sino confiar a pesar de la enorme y humana tristeza que la pérdida y alejamiento produce.
Rezamos por esta mamá, por el papá y los hermanos del que ha partido hoy a la casa del Padre.
Dales paz y conformidad en la fe.
Oyenos Señor.