jueves, 4 de abril de 2019

                                                             Reedición de la cruz.

La cruz signo del cristiano. Ayer  y siempre. Para muchos hoy una locura incomprensible.
Sin embargo la cruz  toca  las puertas de las vidas  de todos  alguna vez.
Ante ella  quisiéramos  quizás arrancar a perdernos. Otros harán que no existe no la verán como tal por tanto.
Cuando  el dolor y sobre todo algún tipo de desgracia humana sucede, asunto  que ninguna familia está libre de ello es algo profundo. Doloroso. Más aún  y muy especialmente  cuando los hijos parten de uno u otro modo antes que sus padres. Es una prueba durísima casi al límite de la cordura humana. Salvo y solo salvo si se tiene fe. Y que tampoco es garantía, pero al menos  ayuda a sobrellevar  el infinito calvario que una situación así produce. Y de hecho  dejará marcas indelebles en esos  padres para siempre. Solo la fe  podrá dar incluso  un sentido o al menos  una cierta conformidad ante asuntos  que son terribles. Porque lo son.
Hay asuntos incomprensibles  para nuestro ser padres. Pero de algún modo Dios  si así lo ha permitido  no queda más que  confiar incluso en su voluntad finalmente. Volvemos entonces a ser hijos  de ese Dios Padre  que ha permitido  que  sucediera lo que fue.Y nos  abandonamos en EL  incluso  con esa inmensa tristeza, honda  que un hecho así produce. Parte la vida en dos literalmente.
Hoy no puedo más que acompañar y rezar por  una madre  que ha perdido a su hijo en forma muy lamentable. Ella  pasa ahora a integrar  esa corona universal   formada por muchas madres  que han perdido sus hijos pero   que  también  Dios les ha  dado su fortaleza infinita  para sobrellevarlo y salir adelante. Nunca  será como antes. Transformada  de aquí en adelante y con una  tristeza  dentro del corazón  de carne: el de una mamá . Pero  también  mucho mas cerca  ahora y  para siempre de ese hijo(a) que ha partido(por paradoja que parezca). La filiación no se  pierde: al contrario  también se profundiza en la ausencia física   y podrá llegar a ser también prenda  de una cierta esperanza  algún día. No aquí sino más allá. Unidos  en la tierra  por la sangre y en la eternidad por ese amor irreemplazable: el de los padres y sus hijos.
Ahora  son ellos  los que velarán por sus padres en cierta medida desde  lo alto y sus progenitores  pueden  encomendarse  a ellos  con tantísima confianza.¿ Como no va a querer un hijo desde donde ahora está lo mejor  para sus padres  que aún están en la tierra? No  me cabe duda alguna.
Bienvenida  querida  madre  a esta  corona  de mujeres  que hemos sufrido la pérdida  adelantada de un hijo. Pero  ellos se nos han adelantado y es probable  que colaboren  decididamente  para que nosotros sus padres  podamos  llegar algún día  a estar con ellos: cara a cara y en la presencia de Dios. Solo esto  bien vale todas las lágrimas y quizás incluso algún día  poder decir: te perdimos pero te hemos vuelto a encontrar.
Nada es al azar por incomprensible  que aquí nos parezca.
A Dios  no  se le queda ningún cabo suelto. Incluso  la muerte de un hijo  que para  nosotros  mismos: los padres, dentro de nuestro terreno peregrinar ojalá  jamás nunca  hubiese sido realidad.
Pero  si  lo fue  es porque  sin duda  Dios  quiere a esos padres muy especialmente asunto que la lógica humana no logra comprender. La transformación  del dolor  va gradualmente mostrando nuevas facetas de la vida, nuevas honduras y también ya más reconfortados  incluso  devolverá  la esperanza  a los padres teniendo  siempre  como derrotero  el encuentro  con ese hijo(a) que ya ha partido.
La vida es un misterio. Su fin no nos corresponde a nosotros juzgar sino confiar a pesar  de la enorme y humana tristeza que la pérdida y alejamiento produce.
Rezamos por esta mamá, por el papá y los hermanos  del que ha partido hoy a la casa del Padre.
Dales paz y conformidad en la fe.

Oyenos Señor.