El arte es el conjunto de reglas para hacer
algo bien. Lo que sea al parecer tiene sus líneas directrices unas sin las
cuales el esfuerzo se pierde, queda en el camino o no llega a buen puerto como
debiera.
Baltasar Gracián escribe "hoy todo ha
logrado la perfección, pero ser una auténtica persona es la mayor. Más se
precisa hoy para ser sabio que antiguamente para formar siete, y más se
necesita para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo
en el pasado." El qué hace que algunos talentos y sus vidas lleguen a
desarrollarse plenamente y otras no es un tema. Mas allá de las
circunstancias, el azar, las capacidades reales, las oportunidades. Más que los
factores concurrentes o en el caso de un sujeto dado en un momento
determinado sí parece fundamental la concurrencia simultánea y conjunta de una
serie de aspectos los cuales unidos al cultivo persistente, el trabajo, la
voluntad y el carácter involucrado harán la determinante diferencia del llegar
a puerto o no de alguien. Hoy donde la sabiduría es un bien escaso y
además tornado relativo, el juicio también menguo o inexistente y la fortaleza de un objeto de museo perdido por allá en la memoria tal vez de algunos
mastodontes o milodones. Cuando no acusados hoy de alta sospecha por ser
considerados fundamentalistas, cuando no paquidermos de una entelequia ya
superada. Monolítica y por ende del todo inaceptable. No va ya con los aires e
ínfulas reinantes de esta nueva civilización de lo efímero, cuando no rampante;
de lo transitorio y tránsfuga, cuando no ambivalente y cambiante. Valores
excelsos adorados en un alto podio de la sociedad globalizada e itinerante,
veleidosa y epidérmica. Cuánto más, mejor. Curiosamente donde el
hombrecillo quisiera ni pensar ni establecer como verdad posible su propia
muerte y paso. Hoy él es un eterna pequeña deidad, endiosado en sí mismo y,
que no acepta, que envejecerá y morirá. Tarde o temprano. Ha llegado a ser un
eterno "joven", en permanente búsqueda, pero una, que no lo conduce
a ninguna plenitud ni sabiduría humanas. Al revés, las más de las veces lo
alejan de todo lo que podría conducirlo ahí. Un contrasentido evidente en
muchos. Los cultivos y especialmente el del propio humano "no siempre
es arte que merezca ser cultivado si se es sincero consigo mismo". Parece
evidente, pero nadie nace hecho. Y al mismo tiempo hoy nadie nunca es
"producto terminado"... Aunque a muchos a veces se les pase la mano
en este tema. La vida, un trayecto de trabajo permanente hasta el mismo día de
la defunción probablemente. Y, claro requiere claridad, honestidad, carácter,
inteligencia, fortaleza, juicio, virtudes y más. El sujeto y sus
potencialidades son una piedra en bruto. Requiere ser pulido si quiere ser
labrada. Una que alcance su máximo esplendor posible. Así en una labor de
cincel delicada constante solo irán asomando ángulos, colores, vetas de una
piedra única, una diferente. Con calce, tono y tonalidades propios y
específicos. Por lo mismo irreemplazable también dentro de un mosaico mayor.
Uno que también tiene armonía y orden, obedece a un diseño original y único a
la vez. Importa también la suerte, pero entendida como "el camino de la
virtud y la prudencia, porque no hay más buena ni mala suerte que la prudencia
o la imprudencia." Por superficial que parezca también importan los
buenos y los malos modos. Los malos todo lo corrompen hasta la justicia y la
razón y los buenos, al contrario -todo lo remedian-Así "doran el no,
endulzan la verdad y hermosean la misma vejez". Y por último aplica a la
existencia y su mejor florecimiento(plenitud) una máxima clara: "poco vale
lo que poco cuesta...""Sentar plaza" parte por habitar y dominar
la propia primero sin ser indispensable y de mayor mérito, ir a cantar a la
pública, necesariamente. Más aún cuando las estrofas no son la consecuencia del
enraizamiento previo(experiencia, ponderación, convicción) indispensable en el
propio y arduo propio terreno. Calidad más que cantidad en todo orden y
donde el buen sentido (o el menos común de ellos) ajuste en forma adecuada a la
imaginación. Ahí caemos en la disparatada brecha existente hoy entre
expectativas y realidades con las que cuenta el individuo. Una verdad palmaria
impuesta al hombre o propuesta por sí mismo pero que puede producir un
desquiciamiento y desajuste, también contemporáneos. Unos que tampoco lo
conducen hacia una plenitud indispensable. Llevar al hombre de hoy a sus
cabales exige arte y cultivo. La mayor sensibilidad, fina y diligente,
ponderada y persistente. Una a la que solo él está llamado en definitiva. Es
una que lo imprime como mejor hombre. Lo hace trascender. Superar incluso sus
propias debilidades y convertirlas en fortalezas.
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