Bautista, Juan, santo se dedicó a bautizar
en el río Jordán y a anunciar la venida del Mesías. Junto con hacerlo
también tenía la humildad suficiente como para reconocer que no era capaz de
atar sus sandalias. Y nótese que digo:
el. No” “ella”. Aunque quien sabe…tal como se anuncian las epifanías , nada
está claro.
No es la misma humildad la que sostienen los chilenos para
reconocer que poco o casi nada leen. Menos para dedicar algún tiempo a algo
que cuesta. Esfuerzo, concentración y tiempo.
La misma antes mencionada no es practicada por quienes
corresponde, para llevar adelante una política concreta y objetiva para acercar
la lectura a nuestros coterráneos, chilenos.
El IVA a los libros continúa su reinado autoritario y
vitalicio como si nada. Nadie parece querer hacerse cargo de la inversión en
mayor cultura o facilitar –al menos- el
acceso a ella. Y sobre el glorioso IVA a
los libros, nada se dice. Desde arriba.
No fácil esta ciega y autocomplaciente administración. Incluída
en ella nuestra pujante, pero alicaída y
anémica actividad cultural: muy especialmente en apoyos y fomentos reales ,
eficaces a su quehacer en nuestro país.
Ya debiéramos haber superado hace mucho las políticas del
mimbre y las artesanías en materia de cultura. Y, ojo que no menosprecio éstos.
Por el contrario. Me parecen muy importantes, pero no podemos quedarnos solo en
los flecos cuando toda la trama del aguayo
y/o chamanto espera un telar que
permita tejer o hilar, tensionar, soportar
y ordenar toda su textura. Más, mucho
más si esto lo aplicamos por analogía a todo un país que piensa, crea, escribe ,pìnta,
canta, compone, proyecta, diseña y
formula y mucho más. Este” capital “ en
un país es invaluable…pero puede morir en el camino .por falta de medios, de
fomentos adecuados, falta de voz con el volumen adecuado, a fin de que esta creación riquísima y
multiforme pueda ver la luz. Y aquí entre más tengan acceso al haz que
ella produce: mejor.
Sí, las artesanías son importantes, pero no bastan.
Los libros, partiendo por los impresos bien pueden ser el
pan de cada día en la mesa de los chilenos. Y así probablemente también
derrotaremos la desnutrición espiritual que nos aqueja en forma progresiva. Y
con ella todo lo que va ligado a la falta de alimentación del alma de un
pueblo: no es menor.
Así como los libros ,también todos los quehaceres del alma
de un país: donde ella se ,manifiesta. Aquí hace falta mucho. Mucho para pasar
del mimbre o del crin o de la arcilla de Pomaire a bastante más.
Si no me temo que en
este país pondremos el vino precioso que producen los chilenos ,todos los ámbitos
del quehacer de su cultura: mimbres y
más, en vulnerables y precarias vasijas
de barro. O en odres de cuero que pueden resecarse. No contendrán más el preciado y precioso líquido. Sin agua
un pueblo no vive. Por más vasijas que produzca; por más odres que
curta.
Cuando para obtener
prestado un simple libro escolar en una biblioteca deben hacerse tantos
trámites casi como para obtener un préstamo hipotecario parece que estamos planteados en la antítesis para
concretar los propósitos de dar agua a todos. Y así obtener vida, para el alma.
El mejor seguro para un país más feliz ,más
libre y también más educado. E n las
costumbres y por lo tanto en el trato con los demás. Asunto no menor cuando de
un país se trata. Incluso de su paz. Esa que viene del alma de cada uno.