Las
mujeres no necesitan un reconocimiento expreso ni menos estar al centro de un determinado encuadre para poseer dignidad, estatus,
y poder. Ellas lo tienen por gracia y naturaleza, peso
específico y esencia propia. Por inteligencia y universalidad. Una dignidad
única, propia y distintiva .En lo personal social y en el ámbito profesional.
Diferente
ha sido su reconocimiento en cuanto a su aporte. Ellas
no necesita ni "coachs"
ni fanfarrias para ser quiénes están
llamadas a ser desde siempre.
El
país que somos se debe en gran parte a miles de mujeres anónimas que estuvieron
cuando hubo que estar. Y así muchos
crecieron, se desarrollaron, figuraron y sirvieron a otros haciendo que
este país progresara. Muchísimas,
notables y modestas a la vez. Un agradecimiento oportuno, justo y merecido.
Hoy que ellas están en lugares de trabajo
insospechados y han debido renunciar o
"negociar" mucho de lo que les es más propio. Es ahí donde la sociedad actual está al debe. Y no es menor. Los efectos involucran a muchos con su carencia y o ausencia. Cuando
hablamos de humanidad es ella en-
primerísimo lugar- la formadora de
otras humanidades que a su cargo
tiene. Y con ellas también contribuye a de
todo un país. Tarea
insustituible.
Importante que ella en medio de tantísimas
alternativas todas muy legítimas y necesarias no renuncie a cultivar y mejorar esa mismísima humanidad y dignidad propias para transmitirla a los que por sangre se debe y muchísimos otros.
Conciliar su acción en el mundo público y privado.
Produce
lástima cuando se observa cómo se degrada a la mujer en muchos sentidos.
Atentando contra su dignidad en forma a veces sutil, pero no menos persistente. Al hacerlo se
destruye el quicio de uno de los pilares en
que descansa un país y también su futuro. Asunto mucho mayor que una letras minúsculas que en
definitiva no añaden ni un milímetro a la
estatura y quehacer concreto y
macizo que muchas de ellas desde el silencio y el trabajo abnegado han prestado
y siguen dando al país a través de sus
historias personales.
Preocupa
la campaña desbordada y con muchos brillos , plumas y tecnología que se ha
iniciado, para poco a poco mutar a la mujer
y convertirla prácticamente en objeto, como quien tira un pedazo de
carne a la parrilla. Perdonarán, pero la fortaleza de un país está en la
defensa de la dignidad de sus personas y ésta parte por cuidar y promover el respeto a la mujer y lo
que ella debiera involucrar. No solo
se la habrá defendido a ella sino
también a todos los que de ella dependen directa o indirectamente. En
definitiva un país.
La
dignidad también se escribe con letras minúsculas. Esas que dejaron
profundas huellas, perdurables. Nacidas de la ponderación, el silencio, la
humildad y el trabajo cotidiano. En síntesis de la generosidad. Muy distante y
opuesto del bullicio de las consignas y la lucha por el poder de la plaza
pública.
Atte
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