“Estamos de prestado o este cuento se ha acabado” “ según
como se mire…depende, todo depende…” Dice la canción de un cantante muy de
moda. Y parece llevar en su letra el espíritu flotante y circundante de los
tiempos actuales.
En los sentimientos, presentimientos, esperanzas o
frustraciones de el moderno hombre habitante de este mundo. Uno que no confía
más en lo poco y nada de su interioridad edulcorada y
ambivalente que posee. Ni en su propia sombra. La que aún queda casi como ruina
del templo griego o la arena del coliseo
romano o el arco de triunfo del carrusel cercano. Casi una Vía Apia interior.
Llena de polvo, llena de portales de antiguas familias. Solo quedan sus
recuerdos ¿quedarán los legados de sus herederos? ¿Algo más que mármoles y
bajorrelieves?
Una interioridad regida por una epidermis autoritaria y
déspota al fin convirtiéndolo en un muñeco de trapo. En cierta forma un esclavo
en medio de la sociedad que se autoproclama como la de la libertad y las
libertades a ultranza. La del libertinaje finalmente. Aquí la caricatura de
hombre es más bien un alguien ajado y
por qué no decirlo también descarriado. Casi convertido en algo. Ha perdido su
real estatuto de persona en el sentido que su dignidad entraña. Perdió la
dirección y sentido de la propia existencia. Se
perdió por los desvíos atrayentes de la parafernalia del mercado y sus
ofertas. Esas que incluso le ofrecen comprar hasta las esperanzas, cambiar las
frustraciones, comprar complicidades y vender también las fidelidades, las que
sean a precio de huevo.
Así la tiniebla y la neblina . Así los códigos que recogen
los decires en las letras de libros, escritos, músicas e imágenes que nos
muestran a un mundo fascinante por un lado. Aterrador por el otro. Uno en el
que conviven mentes prodigiosas que redescubren asuntos urgentes, desafiantes e
inexplorados. También otras que explotan el genio humano para hundir a ese
mismo hombre en lo más atávico, primitivo. Y ahí asistimos a la miseria. La
misma que nos acompaña hace dos mil años. Y
que manifestada en la carencia de bienes es solo una faceta de ella. Una
lamentable, pero no creo que sea la más
terrible. La miseria del alma de ese mismo hombre me asusta muchísimo más. Esa
que hace que el sujeto no se reconozca como lo que es y a lo que debiera
tender. La misma que ya desconoce a los otros contemporáneos en lo que éstos
realmente son y valen. Y por ende en como merecen ser tratados. A esa miseria
le temo profundamente.
La pobreza material es urgente también. Pero admite y
requiere soluciones creativas y múltiples. Siempre podrán alcanzarse no sin
mediar la necesaria buena voluntad, inteligencia y generosidad de quienes vean
y sientan que deben dar muchísimo más. El que lo vean será un
leit motiv urgente. Casi una meta a
lograr como desafío para subsistir en una mejor convivencia y concordia.
La pobreza del alma nos lleva a abismos insondables y no
previsibles en toda su amplitud y consecuencias. Una sin vuelta.O una con un altísimo costo humano y de todo orden.
Donde no solo se daña a la actual
generación sino que entregamos un legado
hiopotecado a los que vienen con pesadas cargas. Injustas también.
Los que se carcajean pensando que no terminó el mundo el 21
podrán también plantearse que si bien nada cambiará , también podemos cada uno
modestamente actuar en aquello en lo que
tenemos ingerencia empezar a actuar
para ir formando muchos pequeños círculos virtuosos que-sin prisa y sin pausa-
finalmente no solo remezcan los cimientos de todo lo que está atentando contra el hombre mismo, sino que
logren revertir y hacer caer las
estructuras que sujetan todo este entramado que en la actualidad tira al
hombre, su real vocación y su convivencia, hacia abajo. A lo que no es digno de
él ni de su real naturaleza y vocación.
Tal vez debamos hacernos profundamente niños ,para creer que esto es posible, no sin antes
habernos mirado con esa pureza y sencillez a nosotros mismos y también a lo que
nos rodea y observamos. Emprender así
una recuperación de los verdaderos ideales, los que nos acercan más
profundamente a lo que debemos ser y esperamos llegar a conquistar.
No sin tropiezos,pero con la mirada puesta en el final de ese camino: tan
humano y tan divino a la vez. Uno al que todos,creyentes o no estamos llamados
finalmente para dar esperanza no solo a nuestra propia vida sino también a la
de muchos.
Seguir la estrella que nos muestra que este vía es posible. Necesitamos buena voluntad,
fe y perseverancia. Solo así parece llegaremos a dónde debemos llegar. A un
pesebre humilde pero luminoso, alegre y acogedor. A un lugar de paz.
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