domingo, 23 de diciembre de 2012

Nada obvio o fin de mundo…



“Estamos de prestado o este cuento se ha acabado” “ según como se mire…depende, todo depende…” Dice la canción de un cantante muy de moda. Y parece llevar en su letra el espíritu flotante y circundante de los tiempos actuales.
En los sentimientos, presentimientos, esperanzas o frustraciones de el moderno hombre habitante de este mundo. Uno que no confía más  en lo poco  y nada de su interioridad edulcorada y ambivalente que posee. Ni en su propia sombra. La que aún queda casi como ruina del templo griego o  la arena del coliseo romano o el arco de triunfo del carrusel cercano. Casi una Vía Apia interior. Llena de polvo, llena de portales de antiguas familias. Solo quedan sus recuerdos ¿quedarán los legados de sus herederos? ¿Algo más que mármoles y bajorrelieves? 
Una interioridad regida por una epidermis autoritaria y déspota al fin convirtiéndolo en un muñeco de trapo. En cierta forma un esclavo en medio de la sociedad que se autoproclama como la de la libertad y las libertades a ultranza. La del libertinaje finalmente. Aquí la caricatura de hombre es más bien  un alguien ajado y por qué no decirlo también descarriado. Casi convertido en algo. Ha perdido su real estatuto de persona en el sentido que su dignidad entraña. Perdió la dirección y sentido de la propia existencia. Se  perdió por los desvíos atrayentes de la parafernalia del mercado y sus ofertas. Esas que incluso le ofrecen comprar hasta las esperanzas, cambiar las frustraciones, comprar complicidades y vender también las fidelidades, las que sean a precio de huevo.
Así la tiniebla y la neblina . Así los códigos que recogen los decires en las letras de libros, escritos, músicas e imágenes que nos muestran a un mundo fascinante por un lado. Aterrador por el otro. Uno en el que conviven mentes prodigiosas que redescubren asuntos urgentes, desafiantes e inexplorados. También otras que explotan el genio humano para hundir a ese mismo hombre en lo más atávico, primitivo. Y ahí asistimos a la miseria. La misma que nos acompaña hace dos mil años. Y  que manifestada en la carencia de bienes es solo una faceta de ella. Una lamentable, pero no  creo que sea la más terrible. La miseria del alma de ese mismo hombre me asusta muchísimo más. Esa que hace que el sujeto no se reconozca como lo que es y a lo que debiera tender. La misma que ya desconoce a los otros contemporáneos en lo que éstos realmente son y valen. Y por ende en como merecen ser tratados. A esa miseria le temo profundamente.
La pobreza material es urgente también. Pero admite y requiere soluciones creativas y múltiples. Siempre podrán alcanzarse no sin mediar la necesaria buena voluntad, inteligencia y generosidad de quienes vean y sientan  que  deben dar muchísimo más. El que lo vean será un leit motiv urgente.  Casi una meta a lograr como desafío para subsistir en una mejor convivencia y concordia.
La pobreza del alma nos lleva a abismos insondables y no previsibles en toda su amplitud y consecuencias. Una sin vuelta.O una  con un altísimo costo humano y de todo orden. Donde no solo se daña a  la actual generación sino que entregamos un legado  hiopotecado a los que vienen con pesadas cargas. Injustas  también.
Los que se carcajean pensando que no terminó el mundo el 21 podrán también plantearse que si bien nada cambiará , también podemos cada uno modestamente actuar  en aquello en lo que tenemos ingerencia  empezar a actuar para  ir formando muchos pequeños  círculos virtuosos que-sin prisa y sin pausa- finalmente no solo remezcan los cimientos de todo lo que está  atentando contra el hombre mismo, sino que logren revertir y hacer caer  las estructuras que sujetan todo este entramado que en la actualidad tira al hombre, su real vocación y su convivencia, hacia abajo. A lo que no es digno de él ni de su real naturaleza y vocación.
Tal vez debamos hacernos profundamente niños ,para  creer que esto es posible, no sin antes habernos mirado con esa pureza y sencillez a nosotros mismos y también a lo que nos rodea y observamos. Emprender así  una recuperación de los verdaderos ideales, los que nos acercan más profundamente a lo que debemos ser y esperamos llegar   a conquistar. No sin tropiezos,pero con la mirada puesta en el final de ese camino: tan humano y tan divino a la vez. Uno al que todos,creyentes o no estamos llamados finalmente para dar esperanza no solo a nuestra propia vida sino también a la de muchos.
Seguir la estrella que nos muestra que este  vía es posible. Necesitamos buena voluntad, fe y perseverancia. Solo así parece llegaremos a dónde debemos llegar. A un pesebre humilde pero luminoso, alegre y acogedor. A un lugar de paz.

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