sábado, 15 de diciembre de 2012

La sangre de los inocentes.


Unos estaban leyendo. Otros en el gimnasio. Con sus compañeros de clases y con sus amigos. Los profesores enseñaban a todos ellos .  El aire se quebró en un momento.  Disparos y ráfagas de armas de fuego cortaron el silencio. Retumbaron  e irrumpieron  en el lugar luego  los gritos de horror como un holocausto violento elevado al cielo de esos pequeños e indefensos niños  . Tenían entre cinco y diez años. No habían vivido aún… Sólo Dios ha podido ver ese momento trágico de la caída de esos pequeños ensangrentados al suelo. Asesinados a mansalva y a boca de jarro, por  la mano asesina de un loco perturbado y enajenado, sin haberles dado siquiera la oportunidad por último de decir algo, abrazarse quizás entre ellos mismos. Quien sabe que  increíbles situaciones vivieron esos pequeños en ese  fatal momento. Solo Dios lo ha visto y solo El lo sabe y lo guardará en su inmenso corazón de padre que me imagino tendrá una pena inmensa, infinita. La misma con la que comulgamos en espíritu unidos aunque sea de lejos  con esos padres que hoy empiezan a vivir el calvario para toda una vida. El de la partida de esos hijos antes que ellos. Cuántos de ellos habrán ido felices a clases ese día a encontrarse con sus amigos. Lo que sí queda claro  es que ya hay veinte de esos inocentes que no volvieron  a ver a sus padres . No volverán a sus casas. Tampoco leerán nunca más. No podrán jugar en  esos patios del colegio.
Esos padres vivirán una navidad sin sus niños. “Nada” aparentemente  permitó evitarlo. Nada al menos de lo que si podría haber alterado esa mortal fatalidad. Cuando oímos que la vida es una lotería, sí, pero aquí habría que  agregar  macabra.
La  lógica insana de un hombre joven de veinte años que es capaz de  matar a quemarropa a inocentes niños en su propia escuela, supuestamente un lugar seguro para ellos. Hoy ya nada brinda esa seguridad. Ni siquiera las familias son garantías de nada para nadie. Así el mundo de hoy. Y es en medio de esta realidad aterradora y oscura en la que  hay que mantener aún o tratar al menos de perseverar en una esperanza y fe de vida mejor para el hombre. El mismo que ha construido y logrado tanto progreso material. Sin embargo en  medio de él brotan estos episodios macabros, lamentables e irracionales que nos demuestran que a pesar de el progreso y avance de los países justamente  también es en éstos donde este tipo de situaciones vienen produciéndose con cierta periodicidad. ¿ Qué está sucediendo con el hombre inserto en este tipo de sociedades?
Algo  o más de algo parece no funcionar. Ni en el hombre mismo ni en las sociedades que está construyendo. Desarrolladas materialmente, pero en definitiva pobres en  todo lo que finalmente determina la armonía, paz y felicidad de ese mismo  hombre. También la convivencia para hacer una sociedad más fraterna, equitativa y humanizada.  Parece que  veinte vidas inocentes no justifican la desidia y negligencia para evitar que estos sucesos sigan produciéndose. Una sola vida que se pierda ya basta para poner el esquema en seria revisión y modificación drástica. Al menos para no  exponer a los que son más vulnerables e indefensos  dentro de ella. Esta es una herida grave y que quienes deben responder no pueden continuar evadiendo. Hay que actuar ya. Situaciones como está ya no debieran suceder en ninguna sociedad, más aún en aquellas que se supone cuentan con desarrollo cultural, económico y cívico.
Por ahora solo trato aunque sea en  espíritu de unir mi oración y compañía  espiritual a cada uno de sus padres confiando en su fuerza infinita como el mejor bálsamo posible para volver a  levantarse y caminar. Sin ese hijo que ha partido. El que  fue arrancado violentamente de sus manos paternas por la violenta irracionalidad de un loco. Uno que probablemente no fue acogido ni en su familia ni en el medio donde  le tocó nacer y vivir. La soledad  y aislamiento, las carencias de afectos básicos,  graves  problemas  del hombre en estas sociedades desarrolladas.
Unidos en oración por esos ángeles que han partido. Por  el dolor infinito de esos padres ante la pérdida y también por  quienes deben tomar medidas de todo tipo . Que la inteligencia para el bien opere en ellos. Al menos para disminuír  los posibles  atentados contra los más vulnerables, los más inocentes en toda sociedad.
Ya ahí habrá operado en algo la sensatez más básica y también la humanidad más elemental.  


           









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