Cuando leemos el diario, vemos las noticias, las oímos en la radio nos espantan -a veces -la
violencia de los hechos producidos día a
día en el mundo. Y, aún peor, a veces , también ya casi no nos inmutan. Esto
último, signo de estos tiempos: la
indiferencia en la que hemos caído. Sea por los motivos que sean estamos
asistiendo a una época convulsa, de profundos cambios, pero también de una
indiferencia asombrosa del mismo hombre
que asiste a esta desconcertante y a veces triste y desoladora realidad vigente. Una que lo empobrece
profundamente desviándolo de su destino verdadero.
Las causas parecen ser muchas. Entre ellas la
desigualdad y brecha creciente entre
pueblos ricos y pobres. La predominancia de la esfera financiera por sobre
o aliada con la política ,pero no
siempre en la búsqueda del bien común finalmente. Todo lo anterior lleva a instalar sistemas de
gobierno, económicos y de creencias basados en la mera competencia, la lucha
descarnada por el poder económico y político, pèro desprovistos de las
variables indispensables en su calidad
de medios para lograr determinados
fines. Pero en ese orden. Presenciamos
modelos económicos preferentemente basados en la consecución de fines económicos
pero con prescindencia de valores éticos y de bien común. Es decir unos que
inspiren ese quehacer económico y político en función de lograr una mejora
integral de las personas insertas en esas sociedades. Traduciéndose en trabajos disponibles, con un sueldo
digno. Familias sostenidas por una actividad
económica razonable que les permita en última instancia elegir alternativas de
desarrollo posibles . Unas que les permitan mantener su autonomía como célula
básica del sistema social, económico y del sistema de valores y creencias. Una unidad promotora del desarrollo integral de el
hombre.
La construcción de la paz por parte de los gobiernos, las
sociedades y quienes se sienten llamados a ello pasa por el ejercicio de las
libertades básicas, ancladas en un orden , uno que se respete y haga conocer como aspirable y deseable por esa
sociedad. Por lo tanto desarrollo
económico ,pero alejado de un cierto orden o eje de valores, pùede terminar y
de hecho lo hace terminando en una sociedad indiferente, apática y de un
neutralismo y relativismo impactante. Donde finalmente todo vale y también
donde los medios acaban convirtiéndose
en fines. Así se produce una sociedad
alejada de un sentido trascendente del hombre, de su trabajo y de todo lo que
el emprende .Incluso el asumir compromisos como para formar un matrimonio y
familia estables dentro de ella.
Paz, verdad, convivencia, equidad, ética, progreso integral
están indisolublemente unidos. No será posible obtener paz alguna si en cada
uno de los actores sociales no están presentes al menos como una necesidad
deseable y aspirable estos elementos. Aquí es fundamental la educación a todo
nivel. Solo así puede surgir la
aspiración a la paz como algo que se
edifica a partir de los esfuerzos personales de cada uno como algo concreto en
el modo de vivir, trabajar y relacionarnos con los otros.
No como algo externo que me viene dado por el sistema y que
tengo derecho a exigir en virtud de una derecho facultad que la sociedad de
bienestar me ha entregado entre otros muchos otros”supuestas” garantías , pero
en cuya consecución no me involucro personalmente ni tampoco me las juego en la
calidad de mi relación y tipo de
convivencia con los otros.
Aparece así hoy un nuevo desafío para el hom bre actual. El que aparentemente tiene muchas de sus necesidades materiales
satisfechas, pero requiere desarrollar muchas otras capacidades a las que por
naturaleza y dignidad debe responder. No solo por el mismo sino también por
su condición de vivir con otros y
también para otros. Sin lo cual su destino finalmente se ve truncado en lo más
esencial.
Solo así parece viable lograr sociedades en las que haya o
al menos se trabaje por la con secución de una paz verdadera: individual y
social. Lo que en definitiva debiera redundar en sociedades más prósperas e
integrales para el mismo hombre. Pero en ese orden. No a la inversa lo que
conduce a los sinsentidos e inequidades que observamos hoy en muchas comunidades.Y muy especialmente
las desarrolladas económicamente.
La vocación al desarrollo integral del hombre pasa
necesariamente por la de ser constructores de paz dentro de esa misma sociedad
sin lo cual nada de todo lo demás será verificable. Solo habrá inequidad,
arbitrariedad, falta de libertad real para ese hombre y también por lo mismo
ausencia de verdad. No menor.
Unidad en los destinos a través del desarrollo de una
vocación propia e irrenunciable: la de ser gestores y constructores de paz.
Para nosotros mismos y también para los otros y con los otros. Un desafío
urgente y necesario para un nuevo enfoque indispensable dotador de sentido para
el hacer del hombre de hoy. Sea en lo que sea que éste emprenda.
Una estrella que debiera iluminar el andar de este hombre
vacilante en este 2013 con un tranco firme y confiado pues no habrá traicionado a su real vocación. La que
lo llevará lejos finalmente. Allá, donde
siempre debió ir, sin perder el rumbo
preciso. Sin abdicar a quien está
llamado a ser finalmente.
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