sábado, 5 de enero de 2013

La acreditación ¿dará credibilidad…?





El “derecho a la mejor educación” que tienen todos los chilenos es un bien superior.  Y como tal merece una regulación acorde a ese orden superior.
Los ciudadanos todos están o- estaban hasta hace poco- dispuestos a gastar lo necesario-y más aún- para educar a sus hijos. Es una necesidad tan importante y fundamental como el trabajo,  la salud, la seguridad, la cultura y el esparcimiento. En definitiva aquellas que  determinan que una sociedad sea avanzada no sólo por cómo las regula sino además por  la importancia que les asigna en su presupuesto dentro del total disponible a distribuír.  Ya aquí  se mide la madurez o inmadurez de quienes deben por mandato estudiar, analizar y regular este campo fundamental en una nación.  También una ética al desarrollar este quehacer enfocado en la elección de ciertos medios y no otros ,para  lograr determinados fines. Y para qué decir  los énfasis de dichos proyectos educativos en orden a  instruir y formar personas en forma integral. Sí,  el estado  y los privados, bajo un rayado de cancha preciso,  debe a sus ciudadanos la mejor de las posibilidades en cuanto a concretar un mejor derecho a su educación .El futuro de un país depende  directa o indirectamente de este deber asumido y ejercido en plenitud del rigor y seriedad que comprende su  ejecución. Más aún si se piensa que somos un país en vías de desarrollo el recurso humano y su preparación parece fundamental e indispensable. Una  en la cual hay que invertir   los mayores esfuerzos y recursos  y   la más alta calidad de quienes la entregarán .
Parece elemental el hecho de que quienes acrediten deberán ser absolutamente independientes y  realmente tener- la capacidad de dar fe- o garantizar acerca de este proceso contando con altos niveles de calidad ellas mismas. Certificar  objetivamente.
El  soporte fundamental de  un sistema de acreditación es la honestidad. Primero para reconocer que  somos  ignorantes. Superar esta condición requiere una inversión social considerable.  Por el contrario, mantenerla  nos lleva  negligentemente a ser cómplices de un descalabro social inaceptable.  Por ejemplo  el  irresoluto  conflicto  mapuche , las  injusticias sociales como la existente en los Bajos de Mena .  También una generalizada  segregación socioeconómica existente en todo el país y  que impide a los más pobres superar por sí mismos su propia condición a vista y paciencia de los sectores privilegiados. Esto se resume en una situación de inconformidad psicosocial que explica  en Chile un alto índice de insatisfacción y de frustración personal  impidiendo  al  país desarrollarse en plenitud. Así como   imposibilita a cualquier sujeto alcanzar un desarrollo integral también lo hacen inviable a la sociedad en general.
Dicha honestidad además de ejercerla y garantizarla en la acreditación debiera iluminar el propio proceso de educación en el cual los alumnos aprendan como un valor superior el deseo de la auto superación , el del buen hacer y encontrar la mejor manera de  concretarlo.  Esto permite que en todos los niveles   las personas  aspiren a dar  en beneficio propio y el de los demás. Donde la sola competencia puede transformarse en colaboración. En definitiva una sociedad más humana y solidaria y también personas más realizadas y felices.
Quienes acrediten ojalá tengan claro que las instituciones acreditados no sólo deben educar entregando  destrezas técnicas para competir sino  muchísimo más. Lo que hará en definitiva la diferencia esencial entre un país desarrollado y uno que no lo es. Uno pacifico de uno violento.

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