sábado, 4 de mayo de 2013

Los intermediarios de hoy.



Como nunca dependemos de ellos. Sean  encarnados en tecnologías, sean depositarios de  algunas verdades, de algunas ambiciones, de algunas ideologías, en fin. Tal vez incluso de buenas intenciones y acciones altruistas.
Pero dado lo que observamos, lo que experimentamos, cual más cual menos, parece que la realidad nos está diciendo otra cosa. Una radicalmente diferente.
Los partidos políticos, proclaman ciertas consignas, pero realizan acciones que no hacen conducentes dichos monsergas panfletarias. Lo mismo los sermones desde los púlpitos, cualesquiera sean éstos, desde los de casa piedra hasta los de alguna  iglesia por ahí, distan mucho sus enunciados de lo que observamos, vivimos y convivimos con  quienes  se autoproclaman sus representantes, feligreses y /o contertulios. Da para pensar el asunto.
Más ,lejos de estas alturas y filiaciones  inconsecuentes , también existen muchos otros. Por allá lejos de los escenarios y las luces. Unos menos brillantes, tal vez, menos  vistosos y menos ruidosos también. Unos que cumplen día a día con la rutina ordinaria y cotidiana del deber ser y quehacer. Unos anónimos, pèro que gracias  a los cuales  se sostiene todo el otro tinglado: ese rimbombante, colorinche y saltimbanque. Así este mundo y su” hoguera de vanidades “y superficialidad que lo aqueja , asfixia y por ende bloquea. El prob lema es que  la falta de sustancia y médula, la ausencia de seriedad, de verdad,  la superficialidad observable en todos estos actores involucrados no hacen sino confirmar  algo real y objetivo. Somos cautivos  todos. Habiendo comprado boleto o no para esta función. De esta perversa dinámica. Y claro el costo de toda esta superficialidad e inoperancia amoral la pagamos todos a un alto costo.
Y,. resulta que lo que se prometió no se cumple; las supuestas verdades no son tales pues dependen de las dependiduras y  los derechos y garantías  son tales en cuanto  convenga; quienes debieran  representarnos  no son un cúmulo de virtudes y la verdad oficial finalmente  no es tal. Un mundo felizmente al revés…solo falta Alicia en él. Pues conejos, sombrereros y chaqueteo hay mucho. Somos chilenos ¿no?  Un triste récord del homo político chilensis. Es así desde tiempos inmemoriales.
La libertad de opinión no es tal y el libre acceso a la información, tampoco.
En fin . Constatarlo es penoso, por decirlo en forma suave y educada. Sin embargo más de algo no huele bien y es por más de algo también. Y nos piden además que nos pronunciemos…¿Nos creerán estúpidos de nacimiento? Espero que no. Lo que no pueden pedirme , pues atenta contra la sensatez más básica , es la confianza. La he perdido irremisiblemente. La mía en todo caso importa poco en el concierto.Las confianzas se otorgan a aquello o aquellos que se la merecen y se han hecho acreedores a ella. Así de simple y concordante.  Y así hoy  oímos hablar de una confianza lúcida . Antes, ella ¿no lo era?
A los olmos mal podemos  pedirles peras… y así las cosas no entrego nada más a ningún intermediario. Llámese político, isapre, AFP, banco, político, partido, gobierno de turno, sacerdote, vendedor, red o administrador de internet…sí suma y sigue. Desconfío profundamente de todo tipo de intermediarios en Chile hoy. Tal vez ,yo sea una más , de una siembra larga y sostenida en este país. Aunque tengo años, estoy segura que constituyo uno de los primores de esta nueva saca en esta cosecha.Una,  hasta cierto punto “educada” podría decirse… Creo que hay muchísimos más  más como yo. Cada día más.
 ¡¡Viva Chile!! A `pesar de todo:  mi voz (modesta) aún no se apaga. Tal vez lo haga muy luego ante la constatación de este estado de cosas en forma radical y evidente. No admite términos medios. Transar en  ella sería sumarme  a todo aquello   que deploro y que su comprobación  me causa náusea. Una lástima profunda. No va más. Pues está mucho más allá de derechas o izquierdas. Mucho más allá necesariamente. Va a los cimientos mismos de este decrépito edificio cívico y sobre todo humano.
La confianza y por ende las legitimidades se han vuelto insulsas y antojadizas, volubles, desechables, tanto como una hoja zarandeada por los vientos de un temporal. Uno que descoloca todo  a su paso. 

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