Como nunca dependemos de ellos. Sean encarnados en tecnologías, sean depositarios
de algunas verdades, de algunas
ambiciones, de algunas ideologías, en fin. Tal vez incluso de buenas
intenciones y acciones altruistas.
Pero dado lo que observamos, lo que experimentamos, cual más
cual menos, parece que la realidad nos está diciendo otra cosa. Una
radicalmente diferente.
Los partidos políticos, proclaman ciertas consignas, pero
realizan acciones que no hacen conducentes dichos monsergas panfletarias. Lo
mismo los sermones desde los púlpitos, cualesquiera sean éstos, desde los de
casa piedra hasta los de alguna iglesia
por ahí, distan mucho sus enunciados de lo que observamos, vivimos y convivimos
con quienes se autoproclaman sus representantes,
feligreses y /o contertulios. Da para pensar el asunto.
Más ,lejos de estas alturas y filiaciones inconsecuentes , también existen muchos
otros. Por allá lejos de los escenarios y las luces. Unos menos brillantes, tal
vez, menos vistosos y menos ruidosos
también. Unos que cumplen día a día con la rutina ordinaria y cotidiana del
deber ser y quehacer. Unos anónimos, pèro que gracias a los cuales se sostiene todo el otro tinglado: ese
rimbombante, colorinche y saltimbanque. Así este mundo y su” hoguera de
vanidades “y superficialidad que lo aqueja , asfixia y por ende bloquea. El
prob lema es que la falta de sustancia y
médula, la ausencia de seriedad, de verdad, la superficialidad observable en todos estos
actores involucrados no hacen sino confirmar
algo real y objetivo. Somos cautivos
todos. Habiendo comprado boleto o no para esta función. De esta perversa
dinámica. Y claro el costo de toda esta superficialidad e inoperancia amoral la
pagamos todos a un alto costo.
Y,. resulta que lo que se prometió no se cumple; las
supuestas verdades no son tales pues dependen de las dependiduras y los derechos y garantías son tales en cuanto convenga; quienes debieran representarnos no son un cúmulo de virtudes y la verdad
oficial finalmente no es tal. Un mundo
felizmente al revés…solo falta Alicia en él. Pues conejos, sombrereros y
chaqueteo hay mucho. Somos chilenos ¿no?
Un triste récord del homo político chilensis. Es así desde tiempos
inmemoriales.
La libertad de opinión no es tal y el libre acceso a la
información, tampoco.
En fin . Constatarlo es penoso, por decirlo en forma suave y
educada. Sin embargo más de algo no huele bien y es por más de algo también. Y
nos piden además que nos pronunciemos…¿Nos creerán estúpidos de nacimiento?
Espero que no. Lo que no pueden pedirme , pues atenta contra la sensatez más
básica , es la confianza. La he perdido irremisiblemente. La mía en todo caso
importa poco en el concierto.Las confianzas se otorgan a aquello o aquellos que
se la merecen y se han hecho acreedores a ella. Así de simple y concordante. Y así hoy
oímos hablar de una confianza lúcida . Antes, ella ¿no lo era?
A los olmos mal podemos pedirles peras… y así las cosas no entrego
nada más a ningún intermediario. Llámese político, isapre, AFP, banco,
político, partido, gobierno de turno, sacerdote, vendedor, red o administrador
de internet…sí suma y sigue. Desconfío profundamente de todo tipo de
intermediarios en Chile hoy. Tal vez ,yo sea una más , de una siembra larga y
sostenida en este país. Aunque tengo años, estoy segura que constituyo uno de
los primores de esta nueva saca en esta cosecha.Una, hasta cierto punto “educada” podría decirse…
Creo que hay muchísimos más más como yo.
Cada día más.
¡¡Viva Chile!! A
`pesar de todo: mi voz (modesta) aún no
se apaga. Tal vez lo haga muy luego ante la constatación de este estado de
cosas en forma radical y evidente. No admite términos medios. Transar en ella sería sumarme a todo aquello que deploro y que su comprobación me causa náusea. Una lástima profunda. No va
más. Pues está mucho más allá de derechas o izquierdas. Mucho más allá
necesariamente. Va a los cimientos mismos de este decrépito edificio cívico y
sobre todo humano.
La confianza y por ende las legitimidades se han vuelto
insulsas y antojadizas, volubles, desechables, tanto como una hoja zarandeada
por los vientos de un temporal. Uno que descoloca todo a su paso.
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