Sí, a esa misma, idealizada, pero a la vez muy utilizada
hoy. Lamentable. Pero no todo es tan deplorable. Aún conservamos en nuestra mente y corazón los
afectos recibidos de una madre. Contrastados luego por lo que vemos en tantas
mujeres hoy. Unas que lo son biológicamente, que duda cabe, pero su alma
femenina, esa que encierra justamente todo aquello que la distingue y diferencia; todo lo que la
constituye ha variado con o sin su consentimiento.
¿Dónde radica todo esto?
Unos dirán y se lavarán las manos como un Pilatos, que los tiempos han
cambiado. Que si ellas querían la igualdad, pues ahí la tienen, Que si esto si
lo otro. Pero la razón de fondo, muy
lejana ya de una plácida madonna envuelta en azules aterciopelados con un
tierno niño en sus brazos que la contempla, está mucho más allá de la estética
femenina y su idealización; más allá de
un cúmulo de virtudes que ella supuestamente debiera encarnar. Radica
esencialmente en una mujer de carne y
hueso, que conserva a pesar de los pesares, su más genuina estructura racional
y sensible interna. Una que la hace querer en forma individualizada y
particular. Una que se asombra y también conmueve con la necesidad ajena; las
injusticias de todo tipo, la falta de oportunidades para muchos, y también una
creciente falta de equidad: hacia ella y su propio género hoy . En medio de
innumerables facultades que ella continúa teniendo, pero ahora con la agravante
que ella no solo las posee desde siempre sino que demás está dotada de formación intelectual,
profesional para hacerse parte de la gestión en medio de ese mundo exterior.
Uno que está afuera de su mundo tradic ional y propio: el de
los afectos y lo intuitivo esencialmente. Ahora ya no solo será mujer por
naturaleza sino que se le exige y demanda que
ejerza funciones con la frialdad,
racionalidad y pragmatismo de los hombres. Es decir que se desdoble o abdique de ser quien realmente es. ¿Cómo se
concilian?
¿Justo o injusto? Más bien diría que es errado. Y, también
inequitativo. Y, también empobrecedor de la propia mujer.
Muchísimo más racional, adecuado y justo debiera ser una
fémina que con su propia naturaleza y
sus cualidades intrínsecas, enfocadas como un plus unido a todo lo que la sociedad a través de
la educación le ha entregado , despliegue sus capacidades
aportando además justamente lo que la distingue: sus propias habilidades de
mujer y muy especialmente en lo que a hacer de este un mundo uno mejor se refiere. Otorgando personalización a
las actividades y una creciente humanización al quehacer del trabajo en medio del mundo. Muy
probablemente habrá mejor comu nicación en esas mismas metas y objetivos
impuestos. Podría decirse que el tenor de las obligaciones variará
radicalmente. Para mejor.
No hay dudas, la mujer hoy como nunca asume
responsabilidades enormes en cuanto al
desafío de construír a partir de ella un mundo mejor; con mejores personas. No
perfectas como quiere hacérseles
aparecer en la publicidad engañosa.
Las casa piloto, esas en que nada se desordena, en que la madre es perfecta, los niñós y el
marido también no son reales.
Cabría decir lo mismo aquí. La mujer esa de los restantes
364 días del año, es una reina, siempre y cuando permanezca fiel a su propio
ser mujer. El desafío se plantea ahora
en llevar todo lo bueno de ello unido a las destrezas adquiridas y los saberes
acumulados a un mundo funcional, frío y calculador. Uno que debe producir, sí o
sí. Hoy más que nunca.
Tal vez sea llegada la
hora, para todas las mujeres, las que son madres y las que no, de volver
aunque sea por unas horas a su propio
lugar: el de los afectos, de la inteligencia intuitiva y el de la generosidad. Ese donde cada persona tiene
un nombre propio y se le quiere por ser quien es , nada más.
Tal vez su trabajo, como una prolongación de su ser más
propio, por citar alguno, el de su hogar , pueda transformarlo en un trabajo más amigable, más humano, más
comprensivo y más constructor de paz y respeto.
Sí, las mujeres hoy,
como nunca no solo anclan su propia
felicidad sino la de muchos otros, en un
sano despliegue de sus capacidades bien
utilizadas en pro de su desarrollo personal, pero a la vez permitir el de
muchos otros con ellas y por medio de su acertada gestión.
Vuelve así a comprobarse que los extremos nada bueno traen .
De un machismo exacerbado en la
antigüedad al feminismo extremo, ambos
negaron la real posib ilidad a la mujer de ser quien ella realmente está
llamada a ser. Hoy parece asomar por primera vez una posibilidad real y
concreta para ella. Solo falta que muchos señores, no les “teman” tanto y no las boicoteen en el
acceso a todo tipo de trabajos y
actividades que ellas incluso desplegarán
tal vez, mejor que ellos.
Cuando se les ha recriminado por años que no asumían un rol
más protagónico y se las mantenía reducidas exclusivamente a su rol de madres y
educadoras- que siendo fundamental- no tenía por qué ser único y exclusivo.
Deberá vencer muchas vallas. Sea culturales, sea anima adversas, sea las de la envidia y
competencia de sus pares hombres. Pedir la ayuda necesaria para lograrlo a
quienes corresponda, según el caso.
Llega también la hora del real y respetuoso reconocimiento de quien es ella
realmente. Y acorde con él, abrir los espacios necesarios a fin de que ella preste
su función colaborativa esencial . Solo
así se logrará la acertada y equilibrada
ecuación que exige el hoy. Mujeres realizadas, contentas. No solo en el pequeño,
indispensable ámbito familiar, sino
también en el ancho y amplio mundo exterior. El del trabajo.
Un abrazo grande mujeres. Todas. Más aún a aquellas que
con enormes esfuerzos concilian , con no
pocos problemas , ambas actividades. La personal familiar y la laboral.
La que es madre, la que es potencialmente madre, las que no
lo son. Todas merecen hoy un cariño y respeto especial , al igual que los otros 364 días del
año. Su misión es irremplazable, única, idónea y entrañable. El mundo las necesita hoy más que nunca.
¡Felicitaciones mujeres (En sus manos radica un mundo mejor)!
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