sábado, 11 de mayo de 2013

La de los 364 días.




Sí, a esa misma, idealizada, pero a la vez muy utilizada hoy. Lamentable. Pero no todo es tan deplorable. Aún  conservamos en nuestra mente y corazón los afectos recibidos de una madre. Contrastados luego por lo que vemos en tantas mujeres hoy. Unas que lo son biológicamente, que duda cabe, pero su alma femenina, esa que encierra justamente todo aquello  que la distingue y diferencia; todo lo que la constituye ha variado con o sin su consentimiento.
¿Dónde radica todo esto?  Unos dirán y se lavarán las manos como un Pilatos, que los tiempos han cambiado. Que si ellas querían la igualdad, pues ahí la tienen, Que si esto si lo otro. Pero la razón de fondo,  muy lejana ya de una plácida madonna envuelta en azules aterciopelados con un tierno niño en sus brazos que la contempla, está mucho más allá de la estética femenina y su idealización; más allá de  un cúmulo de virtudes que ella supuestamente debiera encarnar. Radica esencialmente  en una mujer de carne y hueso, que conserva a pesar de los pesares, su más genuina estructura racional y sensible interna. Una que la hace querer en forma individualizada y particular. Una que se asombra y también conmueve con la necesidad ajena; las injusticias de todo tipo, la falta de oportunidades para muchos, y también una creciente falta de equidad: hacia ella y su propio género hoy . En medio de innumerables facultades que ella continúa teniendo, pero ahora con la agravante que ella no solo las posee desde siempre sino que demás  está dotada de formación intelectual, profesional para hacerse parte de la gestión en medio de ese mundo exterior.
Uno que está afuera de su mundo tradic ional y propio: el de los afectos y lo intuitivo esencialmente. Ahora ya no solo será mujer por naturaleza sino que se le exige y demanda que  ejerza  funciones con la frialdad, racionalidad y pragmatismo de los hombres. Es decir que se desdoble o  abdique de ser quien realmente es. ¿Cómo se concilian?
¿Justo o injusto? Más bien diría que es errado. Y, también inequitativo. Y, también empobrecedor de la propia mujer.
Muchísimo más racional, adecuado y justo debiera ser una fémina que  con su propia naturaleza y sus cualidades intrínsecas, enfocadas como un plus  unido a todo lo que la sociedad a través de la educación  le  ha entregado , despliegue sus capacidades aportando además justamente lo que la distingue: sus propias habilidades de mujer y muy especialmente en lo que a hacer de este un mundo uno  mejor se refiere. Otorgando personalización a las actividades y una creciente humanización al quehacer  del trabajo en medio del mundo. Muy probablemente habrá mejor comu nicación en esas mismas metas y objetivos impuestos. Podría decirse que el tenor de las obligaciones variará radicalmente. Para mejor.
No hay dudas, la mujer hoy como nunca asume responsabilidades enormes en cuanto  al desafío de construír a partir de ella un mundo mejor; con mejores personas. No perfectas como quiere  hacérseles aparecer en la publicidad engañosa.
Las casa piloto, esas en que nada se desordena, en  que la madre es perfecta, los niñós y el marido también no son reales.
Cabría decir lo mismo aquí. La mujer esa de los restantes 364 días del año, es una reina, siempre y cuando permanezca fiel a su propio ser mujer. El desafío se plantea  ahora en llevar todo lo bueno de ello unido a las destrezas adquiridas y los saberes acumulados a un mundo funcional, frío y calculador. Uno que debe producir, sí o sí. Hoy más que nunca.
Tal vez sea llegada la  hora, para todas las mujeres, las que son madres y las que no, de volver aunque sea por unas horas  a su propio lugar: el de los afectos, de la inteligencia intuitiva y el de  la generosidad. Ese donde cada persona tiene un nombre propio y se le quiere por ser quien es , nada más.
Tal vez su trabajo, como una prolongación de su ser más propio, por citar alguno, el de su hogar , pueda transformarlo en un  trabajo más amigable, más humano, más comprensivo y más constructor de paz y respeto.
Sí, las mujeres hoy,  como nunca  no solo anclan su propia felicidad sino la de muchos otros,  en un sano despliegue de sus capacidades  bien utilizadas en pro de su desarrollo personal, pero a la vez permitir el de muchos otros con ellas y por medio de su acertada gestión.
Vuelve así a comprobarse que los extremos nada bueno traen . De un machismo  exacerbado en la antigüedad  al feminismo extremo, ambos negaron la real posib ilidad a la mujer de ser quien ella realmente está llamada a ser. Hoy parece asomar por primera vez una posibilidad real y concreta para ella. Solo falta que muchos señores, no les  “teman” tanto y no las boicoteen en el acceso  a todo tipo de trabajos y actividades que ellas incluso   desplegarán tal vez, mejor que ellos.
Cuando se les ha recriminado por años que no asumían un rol más protagónico y se las mantenía reducidas exclusivamente a su rol de madres y educadoras- que siendo fundamental- no tenía por qué ser único y exclusivo.
Deberá vencer muchas vallas. Sea culturales, sea  anima adversas, sea las de la envidia y competencia de sus pares hombres. Pedir la ayuda necesaria para lograrlo a quienes corresponda, según el caso.
Llega también la hora del real  y respetuoso reconocimiento de quien es ella realmente. Y acorde con él,   abrir  los espacios necesarios a fin de que ella preste su  función colaborativa esencial . Solo así  se logrará la acertada y equilibrada ecuación que exige el hoy. Mujeres realizadas, contentas. No solo en el pequeño, indispensable ámbito familiar,  sino también en  el ancho y amplio  mundo exterior. El del trabajo.
Un abrazo grande mujeres. Todas. Más aún a aquellas que con  enormes esfuerzos concilian , con no pocos problemas , ambas actividades. La personal familiar y la  laboral.
La que es madre, la que es potencialmente madre, las que no lo son. Todas merecen hoy un cariño y respeto  especial , al igual que los otros 364 días del año. Su misión es irremplazable, única, idónea y entrañable. El mundo  las necesita hoy más que nunca.
¡Felicitaciones mujeres (En sus manos radica un mundo mejor)!

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