Son exclusivas y excluyentes. Únicas y tienen un solo dueño. Sin copia
posible; también sin reemplazo.
Todas diferentes . Las dactilares siempre me sorprenden. Qué perfección
y variedad. ¡Creatividad pura ¡
Sin repetir ni equivocarse…
Nadie llega ni
al tobillo a este insigne
creativo Mucho menos los actuales inventores de programas
y códigos , pequeños dioses del 2012. Los divinos creadores de la babilónica semiótica
vigente.
Este sello indeleble
y particular identifica a su dueño. De
ahí concluímos buena parte de sus datos biográficos e históricos, también inequívocos.
Esta singularidad y unicidad
no solo se nos da en las
yemas de los dedos… también las
tenemos en el alma, el color del pelo,
el de los ojos, el carácter. Para
algunos habrá además
la búsqueda de una trascendencia
más allá de lo terreno . Esta individualidad esencial asoma también en cómo miramos
el mundo circundante que nos rodea . Y,
también la historia , que a
partir de ese diálogo vamos forjando. Como pensamos, sentimos procesamos y asumimos lo vivido. Con todas
sus consecuencias. A veces, incluso, sorprendentes. El empuje a la vez para ser aquello que debemos ser y no otra cosa. Una especie de fidelidad a la vocación original más propia y aquí aparece la mal llamada “dignidad” . Hoy
vapuleada, incluso , ninguneada.
Manipulada, tantas veces, según las
conveniencias de turno. Ella
puede incluso llegar a
ser o no parte del “all
inclusive”. Transada . Depende.
En la arena del tiempo van
quedando nuestras huellas humanas. Es bueno
mirarlas.. aunque sólo sea de vez
en cuando. Fijarnos en las que
quedaron impresas en el trayecto y en
el tiempo ya ido… Los sueños, las alegrías y las penas que se llevó. Lo que pudo ser y no fue. Lo que sí sucedió
aunque fuera inesperado.
La caminata no ha sido regular. Hubo apuros,
hubo calmas. También momentos de
detención. Forzados; otros voluntarios. Todos vinieron bien. Sea , para recuperar la mirada sobre el trayecto y el empeño y continuar
en el rumbo emprendido. También, para levantar –una vez más de muchas- la vista por sobre las infaltables piedrecillas que nos hacen tropezar. Una que otra ola nos
mojó más allá de lo previsto. Y
al final fue bueno. Fue necesario. También único e irrepetible.
Marcaron un antes y un después en
nuestra huella “digital.” Desde los dedos de las manos a los pies, desde
el alma a la inteligencia . Todo va
encajando con perfección en un “ todo”
armónico tensado en una
armónica trama. Colorida, multiforme y a la vez consistente. Original. Esto
no impide que asomen hebras
díscolas. Nos recuerdan que estamos vivos y en
peregrinaje . Con incertidumbres, rebeliones, cuestionamientos , incluso dudas afiladas. Además, por qué no decirlo, impotencias,
frente a la constatación de la tarea emprendida ; el trayecto elegido. Lo mucho faltante e inacabado y las débiles espaldas
que nos sostienen. No somos “
transformers” o robots.
Una huella digital humana constituida por puntos y líneas.
Silencios y bulla. A punta de cincel esculpimos lenta pero sostenidamente
nuestro “ir siendo” en el tiempo y espacio que nos tocaron. El mismo y los
otros podrán percibir no solo en él sus huellas dactilares; también su
rastro digital e invariablemente su huella humana. Esa que el mar no se lleva…
La que perdura a la caminata transitoria.
Proyectar la vista al futuro- algo incierto- colabora a que perseveremos, aún cuando a
veces , no veamos- cómo- en forma precisa. Nos
reconecta y rebobina con lo más propio de nuestra huella
“digital” humana. La que nos distingue
de todos los demás sin ninguna copia
idéntica. Aquí nos topamos de frente con el misterio. En el sentido más inequívoco y profundo. Nos comprueba que accedemos a” la huella digital humana” a través de un acto de fe hondo.. Somos
imagen y semejanza por pura
gratuidad y amor infinito . Ese mismo creador chasquea los dedos en fracción de segundo y ya- no- somos. La vida, la existencia es ante todo un
misterio grande. Casi o totalmente inasible por nuestras cortas “entendederas.” El por qué
existimos no podemos explicarlo solo por
la razón. Esta omnipotente y poderosa diosa del mundo
actual no entra aquí . El ser es más, bastante más.
Y habrá que respetar esa existencia desde su inicio hasta la
muerte natural. Reconocer la dignidad única que de ella emana. Sea en quien sea
. Tratarlo acorde a ese misterio profundo y radical. Encontrar
y darle un sentido, una misión y
trascendencia a esa vida y a las de los
otros. Incluso las que no nos son gratas, ni tan amables e incluso las que no comprendemos, No porque
nos falte empatía, sino caridad.
La verdadera
y también la compasión , que nos permite ponernos con sencillez, al menos un segundo dentro de los zapatos de ese otro y sentir con él.
El misterio nos
constituye, diferencia y hermana. Sin perder la cualidad de únicos e irrepetibles. Determina
de uno u otro modo la huella digital
humana que poseemos y dejamos en este
camino .
Hoy, muchos llegan a la existencia , incluso
por encargo. No como consecuencia
de un acto amoroso de dos padres , ni menos producto de un acto de donación en
el sentido más estricto.
El misterio de la vida se ha convertido en un
derecho adquiridol que se ejerce a pedido y a la carta. Las irregularidades del inicio
de esa vida, que arriba al puerto de la
existencia concreta de alguien con nombre y apellido, igual posee la dignidad
proveniente del misterio que
posee ese ser vivo por el solo hecho de
existir. Simplemente ser aunque sea un
segundo siquiera . Así de rotundo e indeleble. El es huella y también la deja tras de sí.
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