jueves, 10 de mayo de 2012

Huellas imborrables


Son exclusivas y excluyentes.  Únicas y tienen un solo dueño.  Sin copia  posible;  también sin reemplazo.
Todas diferentes . Las dactilares siempre me sorprenden.  Qué perfección  y  variedad. ¡Creatividad pura ¡ Sin repetir ni equivocarse…
 Nadie    llega ni  al tobillo a  este insigne creativo  Mucho menos  los actuales  inventores  de programas  y  códigos , pequeños dioses del  2012. Los  divinos creadores de la babilónica semiótica vigente.
 Este sello indeleble y particular identifica a su dueño.  De ahí  concluímos   buena parte de sus datos  biográficos e históricos, también inequívocos.
Esta singularidad  y  unicidad   no solo  se nos da en las yemas  de los dedos… también las tenemos  en el alma, el color del pelo, el de  los ojos, el carácter.   Para algunos  habrá  además  la  búsqueda de una  trascendencia  más allá de lo terreno .  Esta  individualidad  esencial   asoma  también en  cómo  miramos el mundo circundante  que nos rodea . Y, también  la historia ,   que  a partir de ese diálogo vamos forjando. Como pensamos, sentimos  procesamos y asumimos lo vivido. Con todas sus consecuencias. A veces, incluso, sorprendentes. El empuje  a la vez para ser aquello que debemos  ser y no otra cosa. Una   especie de fidelidad a la vocación  original más propia y aquí  aparece la mal llamada “dignidad” . Hoy vapuleada,  incluso , ninguneada. Manipulada, tantas veces, según  las conveniencias  de turno.   Ella puede  incluso  llegar a  ser  o no parte del “all inclusive”. Transada . Depende.
 En  la arena del tiempo   van quedando nuestras huellas humanas.  Es bueno mirarlas..  aunque  sólo sea   de vez en cuando.  Fijarnos en las  que  quedaron impresas  en el trayecto  y  en el tiempo  ya ido… Los  sueños, las  alegrías y las  penas que se llevó. Lo que pudo  ser y no fue. Lo que sí  sucedió  aunque fuera inesperado.
  La caminata no ha sido regular. Hubo apuros, hubo calmas. También  momentos de detención. Forzados; otros voluntarios. Todos vinieron bien. Sea , para recuperar  la mirada sobre el trayecto y el empeño  y  continuar  en el rumbo emprendido. También, para    levantar –una vez más de muchas-  la vista por  sobre las  infaltables piedrecillas  que nos hacen tropezar.  Una que otra ola  nos  mojó más allá de lo previsto.  Y al final  fue bueno.  Fue necesario. También único e irrepetible. Marcaron un antes y un después en  nuestra huella “digital.” Desde los dedos de las manos a los pies, desde el alma a  la inteligencia .  Todo va  encajando con perfección en un “ todo”  armónico  tensado  en   una  armónica  trama. Colorida,  multiforme y a la vez  consistente. Original.  Esto  no impide que  asomen   hebras díscolas. Nos recuerdan que estamos vivos y en  peregrinaje . Con incertidumbres, rebeliones, cuestionamientos  , incluso dudas afiladas.  Además, por qué no decirlo, impotencias, frente a la constatación de la  tarea  emprendida ; el trayecto elegido.  Lo mucho  faltante e inacabado y las débiles espaldas que nos sostienen.  No somos “ transformers” o robots.
Una huella digital humana constituida por puntos y líneas. Silencios y  bulla.  A  punta de cincel  esculpimos lenta pero sostenidamente nuestro  “ir siendo” en el tiempo  y espacio que nos tocaron. El mismo y los otros podrán percibir no solo en él    sus  huellas dactilares; también     su rastro digital  e invariablemente  su huella humana. Esa que el mar no se lleva… La que  perdura  a la caminata transitoria. 
Proyectar la vista al futuro-  algo incierto-  colabora a que perseveremos, aún cuando a veces , no veamos- cómo- en forma precisa. Nos  reconecta  y  rebobina con lo más propio de nuestra huella “digital”  humana. La que nos distingue de todos los demás sin ninguna  copia idéntica. Aquí nos topamos de frente con el misterio. En el sentido más  inequívoco  y profundo.  Nos comprueba que accedemos  a” la huella digital humana”  a través de un acto de fe  hondo.. Somos   imagen y semejanza por pura gratuidad y amor infinito .  Ese mismo  creador chasquea los dedos  en fracción de  segundo y ya- no- somos.  La vida, la existencia es ante todo un misterio grande. Casi o totalmente inasible  por nuestras cortas “entendederas.” El por qué existimos no podemos explicarlo  solo por   la razón.   Esta omnipotente y poderosa diosa del mundo actual no entra  aquí .  El ser es más, bastante más.
Y habrá que respetar esa existencia desde su inicio hasta la muerte natural. Reconocer la dignidad única que de ella emana. Sea en quien sea . Tratarlo acorde  a  ese misterio profundo y radical.  Encontrar  y darle un sentido, una misión  y trascendencia a  esa vida y a las de los otros.   Incluso  las que no nos son  gratas, ni tan amables e incluso  las  que no comprendemos,  No porque  nos falte  empatía, sino caridad. La   verdadera   y  también la compasión , que nos  permite ponernos con sencillez,  al menos  un segundo dentro de los  zapatos  de ese otro y sentir con él.
El misterio nos constituye, diferencia  y hermana. Sin  perder la cualidad de únicos e irrepetibles. Determina de uno u otro modo  la huella digital humana  que poseemos  y dejamos  en este  camino .
 Hoy, muchos llegan a  la existencia ,  incluso  por encargo. No como  consecuencia de un acto amoroso de dos padres , ni menos producto de un acto de donación en el sentido más estricto.
 El misterio de la vida se ha convertido en un derecho adquiridol que se ejerce a pedido y a la carta.  Las irregularidades  del  inicio  de esa vida, que arriba al puerto de la existencia concreta de alguien con nombre y apellido,  igual posee  la dignidad  proveniente del misterio  que posee ese ser vivo por el solo hecho de  existir. Simplemente ser aunque sea un  segundo siquiera . Así de rotundo e indeleble. El  es huella y también la deja  tras de sí. 

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