Ella, pequeña pero
persistente, si no, qué va, no
sobrevive. Puesta frente al elefante por su
solo tamaño es post.mortem o al menos en grave peligro de serlo. El
paquidermo, a su vez, enorme y por lo
mismo algo torpe, se impone por volumen
y peso. No así necesariamente por el uso de la masa encefálica.
Lo mismo podría decirse sucede hoy en nuestra sociedad liberal y productiva . El
simple consumidor signado con un número y con sus cuentas al día frente a las empresas grandes e impersonales, muy blindadas , que
“prestan” un servicio cualquiera. Bien
atrincherados detrás de” calls” centers,
verdaderos fosos circundantes , los que
el cliente hormiga debe vencer aún
a fuerza de subirse en una catapulta para acercarse a los dominios y poder empresariales y sus innumerables prerrogativas frente a las
minus valoradoras fuerzas de las
pequeñas y tenaces hormigas.
Son los nuevos feudos de la modernidad, así como muchos otros. Crecen, se consolidan y perduran en una
sacrosanta y total “independencia” o desentendimiento de la persona del
cliente y sus necesidades. Esta solo es rota naturalmente para cobrar
puntualmente e incluso antes de la
fecha de vencimiento de cada mes la respectiva cuenta. Y, ay , si el cristiano o ciudadano llega a
atrasarse. Ahí comienza a sufrir la persecución
en toda su brutal embestida moderna y actual.; digna de la mejor saga de
“star wars”. Con la tecnología
desplegada en su máxima variedad. La cruzada en contra del “infiel” deudor.
Al ser sorprendido a poco andar cuando el cliente descubre
que el servicio contratado no es tal o al menos falla muy a menudo. ¿Qué hacer?
¿ante quién acudir? ¿Cómo exigir lo que
corresponde? Pues se ha contratado un
servicio y se paga por él. Sin embargo
la empresa en cuestión no lo cumple, o al menos no lo hace en forma
regular y adecuada: acorde al tenor
del servicio estipulado en el contrato.
Ahí comienza recién la peregrinación del cliente( hormiga)
en la búsqueda primero de la solución práctica de su problema: obtener el ser
vicio por el que está pagando. Luego a punta de paciencia, ingenio y perseverancia solo eso: persistir contra
viento y marea contra todo evento del mas variado tipo de obstáculos (da para
escribir un buen libro…) y finalmente
llegar a concluir que hay que ponerse “
lanza en ristre,” para ser oído-al menos- en la defensa de los propios
derechos. Lo que no es menor. Es aquí cuando uno constata –materialmente- que
uno tiene el tamaño de una hormiga y a quién hay que exigir es un verdadero
elefante. Sea por su tamaño; por su
caballería blindada; por sus fantásticos relacionadores públicos; su espíritu
“corporativo” o por último por su subrepticia ,pero implacable guerra en contra
–a como de lugar- de esa hormiga
ciudadana , que intenta hacer valer sus derechos. Insólito. Es este mundo
actual: súper comunicado entre quienes detentan cierta clase de “ atribuciones” y otros- una inmensa mayoría-
que también posee ciertos derechos que quiere hacer valer;
porque corresponde , cueste lo que cueste. Una minoría amurallada frente a una
mayoría bastante inerme, vulnerable y vulnerada. Es la impotencia de la hormiga
frente a estos elefantes consagrados por el mercado y protegidos por él.
Sin embargo , hay algo que los elefantes no han contemplado
ni pensado en su paso y enorme poder gregario y amurallado y, es que las hormigas poseen una organización y también perseverante
laboriosidad para lograr su subsistencia y objetivos. . Lo que ellos por el contrario,
a pesar de su enorme porte y peso, al
quedar solos-aislados- son
vulnerables. Muy vulnerables…incluso frente a una persistente hormiga. Inversa
en porte; más , paradojalmente , no en fuerza.
Esta no es solo física. Y es ésta la que probablemente sea
su gran aliada y acicate, finalmente. Y no hablo de la de color “rojo”. No.
Hablo de la que vence
en el buen combate. No la de la fuerza bruta; ni la del
tamaño; tampoco la de la
ideología carmesí . Pienso en la de la racionalidad, la justicia y la equidad . También por qué no decirlo, la del
orden y equilibrio. La de la armonía , al fin. La del bien, por último.
Así con las pequeñas hormigas. Necesarias.
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