Naomí con sus grandes
ojos negros rasgados y una dulce sonrisa nos miraba desde el otro lado del “information
desk”. Era una pregunta más- de
las miles que recibía- en ese crucero la
que nos contestaba. Ella era de Bombay. Trabajaba ya hace unos ocho meses a
bordo. Lejos de su país, de su familia y sin embargo se veía feliz. Con esa
alegría fresca y vital de la gente
joven. Cuando le pregunté por Teresa de Calcuta su sonrisa se iluminó. Fue como usar una fantástica clave o “ password” ; de las cordiales.
Ahí fluyó aún más el inglés y aparecieron para las dos, ella y yo, un
sinnúmero de interesantes experiencias compartidas. Ya no hubo la típìca brecha
entre dos extranjeros desconocidos que
simplemente intercambian información.
Era una fiel seguidora de la
santa india. Me quedó clarísimo como
todos vibramos con ellos, seamos de donde seamos. Establecen de inmediato
una lengua común en medio de la
diversidad.
Giorgiekos, era serbio croata. Era el encargado de nuestra
mesa . Un hombre alto, joven y extremadamente amable y eficiente. Casado con un
hijo lo esperaban en su patria luego de
seis meses continuados o más de trabajo. Ahí podría tomar un mes de descanso.
Era ayudado por Dorin, un ucraniano, simpático, energético
que volaba haciendo todo y más para
atender a los diez en una sola mesa todas las noches. Alegre y
siempre con una frase “chisposa” en el momento oportuno. Nos hizo reír de buena
gana. Todos hablaban inglés y algo de castellano con cierto acento
naturalmente, pero lograban exponer una
carta de menus en dos idiomas y con
detalles: asunto no menor.
Y Gustin , filipino,
de ojos achinados, baja estatura y afable. Ya solo este trío merecía
observarse. Ciudadanos de diferentes culturas
de las que hablaban con orgullo y
súper profesionales en su trabajo. Lo hacían perfecto. Ahora entre ellos se
observaba camaradería y también uno que otro desencuentro.
El ritmo de trabajo es exigente pues realizaban diferentes
actividades a lo largo del día en
secciones distintas del mismo barco. Y esto en uno , otro y otro crucero
en que reciben a miles de personas venidas de todo el mundo que vienen a
descansar, ser atendidos hasta en los
detalles más insólitos(algunos) y relajarse en medio del mar bajo el sol. La
organización y logística de estos transatlánticos , en este caso que llevaba
tres mil personas más los tripulantes es
un asunto de envergadura. Tanto como el tonelaje de la nave misma. Como turista
uno no sabe nada ni se entera.
Ubicada en el piso once del mismo barco estaba el SPA y
todos sus servicios anexos. Ahí me encontré con Mary Ann. Una escocesa de veinte y dos años. Colorina de ojos verdes
profundos. Tenía un cutis semejante a la porcelana; sorprendente. Hablaba un inglés algo cerrado ,
que al principio me costó entender, pero
luego a medida que transcurría el tiempo fue vencido por la buena disposición y necesidad de comunicarnos. Fue tan así que
terminamos hablando de su vida de familia, a la que echaba mucho de menos. Se consideraba una persona muy feliz y afortunada
por tener un trabajo, aún cuando fuera
lejos de sus tierras natales. Este sí es
un tema para los jóvenes en todas
partes. Ella a diferencia de todos los anteriores tuvo la suerte de que sus papás la visitaran
en el mismo barco hacía poco. Habían venido a viajar con ella. La unión con
ellos era patente. Y de ahí cuando supo que yo era casada con cinco hijos y una
historia matrimonial larga medio con
curiosidad y sorpresa saltó la pregunta, invariablemente tan humana ¿y cómo
encontró a la persona adecuada? Este tema sí le
preocupaba. Ahí compartimos un largo rato.
Me quedó claro también que así como estos jóvenes
necesitan encontrar un trabajo
digno-aún cuando- signifique encontrarlo lejos de la propia patria. También aún
quieren formar familia y ser felices al
hacerlo. A pesar de lo incierto del panorama actual, del relativismo rampante que
impera, muchos de ellos provenientes de países muy diferentes aspiraban
a tener una vida muy tradicional. Es decir
humana, con un cierto orden vital.
Fue sorprendente oír testimonios e historias vividas por ellos con gentes muy
diversas y como habían podido cada uno
palpar muchas veces el desorden vital y
la falta de esperanza en muchos de ellos . Y por medio de su trabajo habían tenido la oportunidad de
oírlos, acogerlos y ayudarlos humanamente a pasarlo mejor dentro de sus
complejas existencias. Aunque solo fuera por una semana o diez días de
travesía.
Daría para escribir un librillo.
Marta era peruana. Sabía de perfumes y colonias como pocas y
en eso trabajaba. Las vendía en un exclusivo
local de esta ciudad flotante. Ahí ya no existió la barrera inicial del
idioma. Por el contrario fue fácil. También trabaja varios meses continuados para descansar uno y
volver a bordo.
Al desembarcar de ese
crucero ya estaban ahí innumerables camiones con “containers” esperando para
cargar esa inmensa ciudad flotante.(business is business) Iniciaba otro viaje
esa misma tarde a otro circuito del Caribe.
Para todos estos jóvenes un trabajo más. Para los que
abordarían una oportunidad de relajo y esparcimiento largamente esperados,
quizás , único en sus vidas. No hay dudas , la industria del descanso y la
diversión funcionan hoy como nunca. Más
aún en un mundo atribulado de exigencias
laborales, rutina e in certidumbres a la vez. Las personas ,tanto viajeros como jóvenes tripulantes , encuentran en
estas ciudades flotantes la respuesta a dos necesidades fundamentales: el
trabajo y la fiesta.
Me olvidaba, un hombre joven extremadamente afable fue otro
serbio croata que hablaba un fluido “chileno”, Apareció u día vestido de
uniforme de marino mercante y se nos
acercó con especial amabilidad. El había
conocido a una chilena de Valdivia-años atrás- con la cual se había casado.
¡Ellos vivían ahora en Valdivia! El
trabajaba también desde hace varios
meses en este barco. Prácticamente se consideraba chileno, por afecto y arraigo.
Esta ciudad flotante fue una caja de sorpresas, Y no sólo
de éstas.
También hubo otras.
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